domingo, 13 de enero de 2013

EL TIEMPO RALENTIZADO

Para un parado todo sucede más despacio. La vida va más lenta y el reloj resulta más útil en el cajón que en la muñeca. La prisa se contempla con envidia y hasta con morriña de aquellos tiempos de estrés perdidos. La nueva rutina llena de horas muertas a pesar del eterno bucle del trabajo de buscar trabajo hace que se recuperen algunas costumbres olvidadas. De nuevo se espera a que el muñeco del semáforo se ponga en verde para cruzar, se cede gustosamente el paso al subir al autobús, la película de la calle comienza a ser interesante, el enfoscado de vías y obras acaba cobrando una nueva dimensión contemplativa... 
El corazón solo se acelera a la hora de dejar a los niños en el colegio, cuando toca echar un vistazo a la hipoteca o las facturas y sobre todo, con esa guantada a mano muerta de realidad que supone renovar una vez más la tarjeta de demanda de empleo.  Ahí sí que se nota el pasar del tiempo convertido ahora en ansiedad sufrida en silencio prima hermana de la autoestima.  Autoestima, divino tesoro, ¡tú que te fuiste sin avisar y solo con billete de ida¡