martes, 29 de enero de 2013

ESPAÑA SE ARREGLA CON UNA BUENA BERZA



Ni mercados, ni recortes, ni reformas laborales. En su lugar,  falda de ternera, un trozo generoso de magro de cerdo y su tocino, un chorizo como Dios manda, una morcilla a prueba de olla, y, por su puesto, judías verdes y calabaza de la huerta y unos garbanzos tiernos de los de pedorretas de trombón en lo alto. 
Lo tenemos ahí desde siempre y poca gente ha caído en la cuenta. Sin tonterías ni paños calientes, una  berza con dos cojones. Esa es la receta para salir de la crisis. No se conoce en España un sistema más infalible de negociación-acción-reacción. Rajoy, Merkel, Rubalcaba, Soraya, Artur Mas, Rosa Díez, Cayo Lara, los sindicatos, los empresarios, los banqueros, los curritos que están pagando el pato... a la voz de "ya estás tardando" todos  compartiendo mesa y mantel a las órdenes de cualquiera de las miles de abuelas que lo bordan haciendo este guiso. Lo demás, la armonía y el clima de entendimiento van fluyendo poco a poco: cubiertos pasando de uno en uno para que los comensales se vayan sirviendo solidariamente las raciones, los señores presidentes  acercando sus narices al plato humeante del que van a dar buena cuenta, esos migajones de pan en guardia, para, una vez asentado el fondillo de caldo, aplastar con contundencia la pedazo de pringá of category,   compacta, sin fisuras, con todas sus calorías..
¿Hay alguien que pueda comerse eso y no ser después mejor persona, más compresiva, más dialogante,  más creativa, y por su puesto, más inteligente y mejor criada? En ese ambiente gastronómico resulta imposible no llegar a ningún acuerdo, no encontrar soluciones para ir empezando a sacar esto adelante. 
¿Por qué el estómago no puede hacer de Cicerone del cerebro? Por una vez señores dirigentes, hagan caso a la abuela, siéntense, coman, piensen, hablen, tírense un par de peos si hace falta para descongestionar, y luego, actúen y demuestren a todos que después de una buena berza, cambiar el mundo es posible.




miércoles, 23 de enero de 2013

EL PELO TRAICIONERO



El parado padece sin poder evitarlo un fuerte déficit de paciencia. Hasta la gloria bendita exaspera. Y, cuando se trata de hacer un trabajo de doma de las tareas domésticas, más; porque al desempleado se le cae la casa encima por principio. 
En la batalla silenciosa de las labores de hogar, el mayor enemigo, es, sin duda, el pelo traicionero de cuarto de baño. Ése que, aunque no tenga ni piernas ni brazos, se agarra a su feudo como náufrago a una tabla. Ése que ha hecho correr en vano ríos y ríos de champú anticaída por nuestra cabellera. 
Los hay lacios y esbeltos, -casi da gusto tocarlos de dóciles-; pequeños o cortos,       -los más escurridizos-, y rizados, aquellos de moral dudosa que aparecen siempre cuando llega una visita. Algunos son amables y van a la mano como oveja al redil, pero la mayoría son de naturaleza indomable. Al fin y al cabo no son más que la expresión hecha putada de la venganza del desterrado del cuerpo por causa injusta. Y aunque no tienen cerebro conocido, saben que ellos, solo uno de ellos a la vista, marca la diferencia entre dejadez y limpieza.
Se mueven como pez en el agua en su hábitat natural, escondidos en el grifo del lavabo, mimetizados en las juntas de los azulejos o pertrechados bajo la taza del inodoro. Llevan el camuflaje en los genes. Lo hacen desde que nacen siendo aún pelusas de cabellos hasta que se separan de la epidermis. 
Por eso, el ritual de su cacería precisa recurrir a tácticas bélicas napoleónicas de acoso y derribo al enemigo. Maniobra envolvente, acorralamiento y ataque frontal con bayeta o fregona escurrida. Aún así, a pesar del presunto éxito de la estrategia, si lo tiene,  nunca se puede lanzar las campanas al vuelo. Cuando todo parece estar impoluto y examinamos nuestra obra con la autocomplacencia del deber cumplido,  aparece alguno que nos la ha vuelto a jugar y sigue ahí; impasible, burlón. 
¡No estamos preparados para limpiar contra los elementos¡. La victoria sin embargo resulta tan efímera como un aprobado raspado en la prueba del algodón. En el fondo, nos sentimos presa del síndrome del castigo de Sísifo. Sabemos que volverán y que la guerra la tendremos siempre perdida porque el enemigo "lleva pelo".

martes, 15 de enero de 2013

LA CRISIS EN EL CARNAVAL DE CÁDIZ

Cierto es que estando en el dique seco laboral, el carnaval se saborea con un regusto amargo. Pero se vive, que no es poco. Sería demasiada penitencia hacer oídos sordos a una bocanada de aire fresco que ayuda a cargar las baterías y a despejar la mente a quienes pasan demasiado tiempo en su casa en pijama y en babuchas. Pena que solo tenga un contrato de fijo discontinuo durante  febrero y sus meses aledaños. En Cádiz, el carnaval es más que una fiesta, es la Fiesta; una forma de vida, y también el quejío de una ciudad  sin futuro a la vista donde el trabajo es una especie en peligro de extinción. 
Dicen que en la tacita de plata hay mucha calidad de vida, y puede que así sea. Puede también que por eso la crisis lleve aquí instalada demasiado tiempo. La culpa, de los que mandan, y, por qué no decirlo, de quienes nos dejamos mandar y acabamos resignados o conformados a una suerte que echan otros. Al menos, los gaditanos callados no se quedan. Hablan por ellos las letras de las agrupaciones con críticas mordaces, demoledoras, sobradas de lo que le falta a los de los despachos y las fotos en las cumbres: la perspectiva que da el estar en el pellejo del problema. Lástima que el humor haga que el sonrojo para los que manden se torne en risas casi al instante y al final todo quede en Carnaval, en un estúpido velo que corremos rápidamente. 
Ahora, dos maneras diferentes de ver la crisis en  dos agrupaciones sobresalientes. El primer video, de los dos de Onda Cádiz, corresponde a un pasodoble de la comparsa de Joaquín Quiñones Los peleles del XXI. Verdades como puños bien cantadas y mejor afinadas.



La segunda es humor y guasa gaditana en estado puro. Su nombre, irónicamente, lo dice todo: Las verdades del banquero, la chirigota de José Luis García Cossío; "Selu" en Cádiz. 



domingo, 13 de enero de 2013

EL TIEMPO RALENTIZADO

Para un parado todo sucede más despacio. La vida va más lenta y el reloj resulta más útil en el cajón que en la muñeca. La prisa se contempla con envidia y hasta con morriña de aquellos tiempos de estrés perdidos. La nueva rutina llena de horas muertas a pesar del eterno bucle del trabajo de buscar trabajo hace que se recuperen algunas costumbres olvidadas. De nuevo se espera a que el muñeco del semáforo se ponga en verde para cruzar, se cede gustosamente el paso al subir al autobús, la película de la calle comienza a ser interesante, el enfoscado de vías y obras acaba cobrando una nueva dimensión contemplativa... 
El corazón solo se acelera a la hora de dejar a los niños en el colegio, cuando toca echar un vistazo a la hipoteca o las facturas y sobre todo, con esa guantada a mano muerta de realidad que supone renovar una vez más la tarjeta de demanda de empleo.  Ahí sí que se nota el pasar del tiempo convertido ahora en ansiedad sufrida en silencio prima hermana de la autoestima.  Autoestima, divino tesoro, ¡tú que te fuiste sin avisar y solo con billete de ida¡

viernes, 11 de enero de 2013

MÁS COLAS EN EL INEM QUE EN LAS REBAJAS

En las oficinas del paro hay más gente que en las rebajas. Ojeras, ropa triste, cabellos mal peinados, algunas legañas, estética despreocupada, expresiones de rostros entre desesperados y resignados... Parece la feria de Tristón. En la tómbola en vez de perritos pilotos te toca un número para la C16. Todos con la cara de tener la cabeza en otro sitio... El ambiente  te corta el cuerpo. Te invita a salir corriendo. O mejor, a llamar al Lobatón para que te ayude a encontrar ese trabajo que anda por ahí perdido y que tú necesitas...
Ahí va un video que rompió un día esa dinámica; aunque solo fuera por unos minutos, estos músicos de INEM al menos consiguieron arrancar una sonrisa a esos rostros anónimos que forman ya una desesperada comunidad de seis millones de personas en España a la espera de que lleguen las rebajas a las cifras del desempleo.