viernes, 19 de julio de 2013

LAS SIESTAS DEL TOUR DE FRANCIA

Esta imagen, entre ronquidos, es una de las más repetidas en la sobremesa veraniega de muchos hogares españoles
La siesta del Tour de Francia se ha convertido con los años en el clásico por antonomasia de la sobremesa veraniega de los hogares españoles. Unos lo ven porque les gusta las bicis, otros por las azafatas y por los sugerentes culotes que llevan los apuestos ciclistas y una gran parte por los paisajes y las vistas aéreas, pero todos, absolutamente todos, acaban sucumbiendo en brazos de Morfeo tarde o temprano en algún momento de la retransmisión. 
Vacaciones, playa mañanera, calor sofocante y gran comilona mezcladas en digestión con relajantes imágenes del tipo documentales de la 2 y Perico Delgado contando batallitas. No hay organismo humano que pueda resistir esa explosiva combinación de somníferos sin cerrar los ojos como bebé de pañales después de tomarse un biberón y echar su flatito.
Sabedor de su inevitable destino final, el espectador también pone de su parte para ponerse en situación y abandonarse a su suerte. Fuera camiseta, aire encendido, chanclas arrinconadas, botón de la bermuda quitado y postura cómoda en situación mimética con el sofá. Ahora sí que el ambiente es el más propicio para dormir a pata suelta. Solo falta una etapa llana de 200 km. para rodadores con previsible llegada al sprint para que la cabezada sea de campeonato. 
Los más duros de pelar aguantan hasta el cartel de 40 km meta, pero acaban sucumbiendo hipnotizados por el relajante movimiento en acordeón de la serpiente multiculor y esos primeros planos de los tubulares de las ruedas girando, girando y girando...
La mente sin embargo se queda en estado catatónico y, entre tímidos ronquidos, sigue escuchando lo que pasa allí en la carretera. ¿Quién ganó hoy?, pregunta algún incauto que interrumpe el sueño justo cuando los corredores acaban de pasar la meta.
"Un extranjero de nombre impronunciable (Ardullaparó, Chipolini o Cavendich), pero no te preocupes que Indurain sigue líder y eso que Quiapuchi otra vez se escapó". 
Ya lo dice o lo dirá de aquí a poco la Organización Mundial de la Salud: el Tour y la siesta son el complemento perfecto para la dieta mediterránea veraniega.

sábado, 6 de julio de 2013

LA ESPAÑA DEL PRORRATEO

España se ha convertido en un país de tiesos de quiero y no puedo, de cinturones apretados y de sudores fríos cuando se paga la cuenta del super, y la del IBI, y la de la hipoteca y la de esos otros navajazos disfrazados de impuestos que poco a poco se van comiendo nuestros ahorros y tensan aún más la cuerda de la supervivencia digna. Se bajan los sueldos y afortunados los damnificados porque tienen empleo. 
Hay que redimirse de los excesos. Durante muchos años, millones de españoles hemos gastado por encima de nuestras posibilidades. Las pagas prorrateadas de mileuristas, las horas extras no remuneradas de jornadas laborales interminables, las hipotecas sin techo pero con suelo, la energía a coste de saldo, el IVA y la burbuja de precios del euro nos dieron demasiado margen para convertirnos en derrochadores. 
Sobraba el dinero por todas partes y se nos fue la cabeza. Ahora que no hay empleo y se ven menos nóminas que linces, los prorrateados, los que vivíamos tan bien  porque dábamos gracias al cielo por tener un trabajo, aunque jamás conocimos paga extra, nos hemos visto obligados para llegar sí o sí a fin de mes a vender nuestro coche de lujo, el chalé en la costa, el ático en el centro y el barquito de 12 metros.  En fin, fue bonito mientras duró, al menos para los que lo tuvieron. Los españoles prorrateados, -me temo que la inmensa mayoría-, los que en la bonanza económica llegaban al día 30 por los pelos y un poco más (y ahora si llegan es casi un milagro) sin embargo siguen sin entender nada. ¿Qué hicimos nosotros para merecer esto?