Muro playero construido en domingo de agosto con marea llena al más puro estilo de la arquitectura faraónica egipcia |
Ahora que está de moda eso de los récords absurdos y los top ten de cualquier chuminada, si existiera un ranking sobre actividades inútiles que se hacen en la playa para matar el tiempo, sin duda, el número uno lo ocuparía la absurda afición de algunos hombres lego (los que sacaban en la EGB un siete en pretecnología) de levantar un muro de arena para parar el agua cuando sube la marea.
La peonada que se hecha es de campeonato. Horas y horas dándole al cubo y la pala. Sin respiro, cual batidora en posición gazpacho, agachados con media hucha peluda al aire para tormento de los vecinos, peleándose con todos los peques de alrededor para que no pisen la montañita, marcando el territorio con esas chanclas de deo con pinta de jubilarse en breve que dan tan mala impresión y peor imagen al litoral español...
¿Tiene algún sentido acabar perdido de arena hasta los cataplines con tal de mantenerse firme en ese estéril desafío con la mar y no ceder espacio alguno a la crecida de las aguas? ¿No será mejor reconocer el error, admitir que se ha calculado mal la pleamar y recular con los bártulos diez metros más hacia arriba?
Para algunos bañistas tozudos, inasequibles al desaliento del ridículo, sigue mereciendo la pena perder la misma batalla año tras año. Les da igual quedar ante la comunidad veraneante como un pardillo cuando una ola inesperada en un certero golpe de realidad arrasa con todo: murito, toalla, merienda, la bolsa con la cartera y el móvil...
Allá cada uno con sus hobbies, pero que sepan estos ingenieros chusqueros que lo de Moisés estuvo bien en sus tiempos, pero será difícil que se repita. Ya le ganamos demasiado terreno al mar, mejor darle un respiro, aunque sea respetando su espacio en una calita cualquiera.
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